miércoles, 1 de abril de 2015

LIBRO 3 No. 92 LA MISA

 

 “La Misa”.

 

 

PAPA FRANCISCO EN MISA

 

La Eucaristía, a la hora en que inicia la misa se comienza a recordar mi Pasión, mi Muerte, ofrecida con Mi Vida y Sangre por cada uno de los presentes y por los que se ofrezca, por esto los méritos alcanzados son los míos y es ésta la oblación perfecta para alcanzar lo que se pida en ella.

 

Se comienza con una reflexión, el pedir perdón por los pecados, pues para reconocer su indignidad y así participar de la ofrenda al Padre Celestial.

 

Ustedes no ven lo que acontece, mas Yo les digo que se repite todo el sacrificio ofrecido en aquél entonces.  Yo sigo ofreciendo mi Vida, mi Sangre por ustedes como rescate, pues aunque es incruento porque bastó con una sola vez esta víctima para que todo aquél que crea se salve. 

 

Allí presente está María, Juan y todos los santos, en esos momentos pensad en la grandeza de estos momentos porque cuando sucedió estaban ustedes presentes también,  pues en mi mente Yo los conocía y también se repite mi agonía, pues sabiéndolo todo, Yo sé que muchos están en la Iglesia, mas sus mentes están en otros lados, recuerdan muchas cosas inútiles que no les sirven para nada.

 

 Cuando el Padre u otras personas leen las lecturas o el evangelio, no ponen atención y de nada les sirve escuchar sin oír, pues mi palabra es vida y la desperdician.  Cuántos se acercan a la comunión, que es participar de mi Cuerpo y Sangre derramada por cada uno sin prepararse, ni pensando lo que están recibiendo, como si se tratara de un pedazo de pan cualquiera.  Cuántos se atreven a recibirme sin confesarse, sintiéndose dignos.  Cuántos ¡Oh hija! Ni siquiera me reciben, unos porque no desean, otros porque Yo les estorbo para tener una vida de libertinaje, y así de estos veinte, uno o dos son los que lo hacen con verdadero amor y deseo grande de recibirme y de hacer que su corazón sea un lugar donde Yo me refugie y haga mi morada, pues recuerden que no es a Jesús nada más al que reciben, sino a mi Padre y al Espíritu Santo, pues es al Dios único y verdadero el que entra en vuestro corazón y deseos son de que seáis uno solo con los tres, pues esa unidad es la que os he traído para que siendo uno solo tengáis la vida eterna y así se cumpla lo que os prometí: el que coma mi Carne y beba mi Sangre tendrá vida y vida eterna.  Por esto están todos los santos unidos, los ángeles y coros celestiales celebrando este misterio místico de esta unión con Dios y el hombre.

 

Yo les digo, escuchad la misa con devoción y, estando atentos a todo lo acontecido, sacarán agua viva para vosotros y para darla a los demás.  Ya dejen de ser mezquinos, pensando sólo en vuestras penas y cosas que os están afligiendo.

 

Yo tengo siempre ángeles y santos junto con María adorándome en mis sagrarios, pueden pedir unirse a todos ellos y visitarme con ellos en todos los sagrarios de la tierra.

 

 

6:30 p.m., 19 de abril, 2004

Sagrado Corazón de Jesús

Siervos del Divino Amor

 

 

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