miércoles, 8 de agosto de 2012

LIBRO 2 No. 41 "Con tantas dulzuras y ternuras de María y Jesús".

 

"Con tantas dulzuras y ternuras de María y Jesús".

 

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Mira, hija, yo José, como esposo, siempre todos piensan que pude haber sido de gran mando y exigente.

Sabes, que yo jamás alce la voz a María, a Jesús; ellos acudían a mí siempre, preguntando, adelantándose, para darme ese lugar y siempre contestaba sonriendo jamás iracundo ni creyéndome el señor.

Yo sabía que Jesús era hijo de Dios y María, la escogida y los amaba tanto, que yo me sentía indigno de tan gran cargo; mas nunca se desconoció entre ellos mi paternidad ni autoridad de la cual yo jamás abuse ni nunca grite ni quise aprovecharme de los méritos de Jesús ante el Padre para pedirle cosas que me engrandecieran; lo único que hice ante ellos fue amarlos con todas mis fuerzas y con toda humildad, pero era tan grande el amor y la comprensión que nos tuvimos que con solo la mirada nos entendíamos; jamás discutimos.

Una cosa: jamás nuestros pensamientos estaban tan de acuerdo, que todo era felicidad y amor; aun en las pruebas, en aquello que era doloroso sentíamos la paz y jamás desconfiábamos uno del otro; éramos como eslabones que unidos en los corazones con una sola mirada nos entendíamos .

Jesús era como todo niño cuando pequeño: dulce siempre, amable y travieso; pero sus travesuras eran tan graciosas que nunca provoco disgusto o reprensiones; eran tan blancas sus travesuras que a mí me gustaban por que nos hacia sonreír a María y a mí.

Cuando en su sabiduría nos explicaba ciertas cosas, lo hacía con un candor, con un encanto que hacía que nuestros corazones ardieran de amor.

Cuando tenía dos años y caminaba ya, aunque tropezaba todavía, porque él deseaba correr, sobre todo para venir a mi encuentro, se soltaba de María y corría para estrecharme con sus blancas manitas, sus ojos brillaban de alegría.

Al verme llegar, nuestros corazones latían y María también corría y me estrechaba en sus brazos; con esa ternura que siempre ha tenido María, me sonreía y yo me sentía tan feliz que mi cansancio y fatiga se mitigaban con tantas dulzuras y ternuras de María y Jesús.

Cuantas veces llegaba yo triste, sí, porque el trabajo que entregaba no se me había pagado y llegaba con las manos vacías para sustentarlos a ellos y yo me sentía tan pobre ...mas María me guiñaba el ojo y me decía anda no te aflijas que estamos felices todos y me hacia sonreír y olvidar mi fracaso.

11 de septiembre de 1979 - 10 :15 p.m.

San José

Siervos del Divino Amor

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