SANTIDAD
19 de junio de 1995.
Tener la santidad es poseerme verdaderamente, plenamente; es esa unión íntima conmigo, es estar, sentir siempre Mi presencia unido a esa alma, verme en cada acontecimiento de su vida.
Soy el centro de su vida, su único anhelo y felicidad, es el gozo del alma.
Santidad: solo la tienen los de espíritu pobre, los sencillos, los humildes, los misericordiosos, los que aman con el mismo amor que Yo les amo.
Son tan Míos como dos gotas que se unen y llegan a ser como una sola.
El alma santa no se irrita, es paciente, es alegre, es deseosa que los demás sientan esta felicidad. Es prudente, nunca se escandaliza, nunca juzga ni desea escuchar los que me ofenden, ora siempre, sus mismos actos son oración para darme gloria.
En su rostro brilla la paz, en su mirada me reflejo a los demás.
Un alma santa es tan mía que llega alcanzar esta unidad, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Saben amados míos que en la tierra ya hay santos que conviven con ustedes, pues Yo tengo ya santos que me aman como yo los amo y por ellos la misericordia es dada y el perdón llega para todos porque son almas escogidas.
El alma santa es como un diamante que sus rayos de luz brillan para todos y bañan de luz a los que están en tinieblas. Es su perfume exquisito que le agrada al Padre celestial, es la semejanza de Dios en la tierra.
Un alma santa es suficiente para que Dios derrame a todos la gracia y dones, porque un alma santa ha correspondido al amor, un alma santa es un justo en la tierra reflejando a Dios.
Siervos del Divino Amor